Hoy se cumple un año de su fallecimiento, y desde Al Oeste del Calafate, queremos rendirle un pequeño homenaje.

¡Honor para el que apresta los flotantes maderos,

para los calafates, para los carpinteros de ribera, nutridos de las rachas eternas

de la playa sonora!...

Tomás Morales, Oda al Atlántico (1922)

Un reportaje de Pellagofio.com realizado por Yuri Millares
"Publicado en julio de 1996 en la desaparecida -La Gaceta de Las Palmas-"

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Foto: pellagofio.com
Las tradicionales regatas de la vela latina canaria, que se celebran los fines de semana en el litoral de naciente de la capital grancanaria, reúnen a veinte botes con sus respectivas tripulaciones. El conocido carpintero de ribera Eusebio Díaz Santana (mastro Eusebio) es el constructor de la mayoría de ellos. “Menos siendo dos, el Agüimes y el Güigüí, yo he hecho todos los que hay ahí”, dice señalando hacia el muelle Deportivo desde la playa de las Alcaravaneras donde tiene actualmente el taller.

El último de los carpinteros de ribera sí tiene, no obstante, quien le secunde en la labor, aunque se trata de una profesión casi en vías de extinción. “Mi hermano ya no trabaja, está viejo, pero sigo haciendo botes con mi sobrino”, explica este hombre con muchos años de experiencia a sus espaldas. “No te exagero mucho, pero unos treinta y pico años o más”, intenta calcular. “Mi padre fue carpintero de ribera también, lo que pasa es que yo antes trabajaba para una empresa y por las tardes hacía los botes”. De vela latina y de otros tipos, “de lo que saliera”, añade mastro Eusebio. Sólo de vela latina ha hecho “los treinta y pico”, asegura.

Ahora prepara un nuevo bote que llevará el nombre de Unión Risco, que sustituirá al que ahora navega, el número 17, y fue el primero que construyó cuando se llamaba Rumbo. Con apenas la quilla, el espejo, la roda, el codaste y poco más, todavía le queda mucha tarea por delante y ya tiene un nuevo encargo, tras el encallamiento del Pueblo Guanche, que quedó destrozado junto al barrio marinero de San Cristóbal.

Al Unión Risco, sin embargo, le quedan un par de meses o más de trabajo. Ya está mastro Eusebio preparando las cuadernas. “Hay que tenerlas tres o cuatro días pegadas”, explica del esqueleto de la embarcación, que lleva siete u ocho cuadernas. “Después le ponemos unas tiras, que se llaman armaderas, para vestirlo”, continúa, “y se van quitando las armaderas y se va tablando con las tablas”.
Fotos: La Provincia, Canarias 7 y pellagofio.com
Calafateado con algodón

Un trabajo que requiere mucha precisión, pues las tablas no van pegadas, sino “apretadas y después calafateadas con algodón, para que no le entre el agua”, insiste. “En la boca de estopa, siempre se le deja una boquita para que el calafate pueda meter el hilo de algodón, entonces, cuando coge agua, se hincha y ya no entra más”. Llegado el momento de botarlo, lo ponen en un carrito con tres ruedas y lo llevan a la orilla norte de la playa de las Alcaravaneras. “Lo botamos por allá”, señala hacia donde está el Club Náutico. “Al botarlo esto flota de nada, como no tiene orsa desde que coge el agua se trabuca un poco y sale solo”.

Los botes de vela latina “siempre han sido para hacer regatas”, dice maestro Eusebio. “Los primeros que empezaron fueron unos botes de cambullón, que era mucho más pequeños, de cinco metros, más bajitos”, sigue relatando. “Se dedicaban a trabajar los barcos y después pegaban los domingos a hacer regatas y entonces se hicieron éstos”. Constructor experimentado de botes de vela latina y aficionado a las regatas, sólo ha ido de tripulante “en prueba, nunca he llegado al túnel [de la Laja] y me mareo”, reconoce con una sonrisa.
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Los antiguos barquillos a vela de los cambulloneros han dado paso a unos botes de vela latina sólo para regatas. En una pequeña y escondida carpintería al borde la playa de las Alcaravaneras, Eusebio Díaz los construye paso a paso en la más pura tradición de los carpinteros de ribera que antes poblaban las orillas orientales de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

1. Primero la quilla
El esqueleto del bote comienza por la quilla, la roda (remate de la proa) y el codaste (armazón de popa).

2. Las ‘costillas’
Sobre la quilla coloca las costillas del barco: las cuadernas que se tienen varios días pegándose antes de ponerle las armaderas para “vestirlo”.

3. Casco de madera
Según se van quitando las armaderas se van poniendo las tablas definitivas, de madera, para dar forma al casco.

4. Calafateado
Las tablas se aprietan bien unas con otras y se calafatean con algodón, para impermeabilizar el casco.

5. Al agua y se arma
Se bota al agua cuando está en perfecto estado de flotabilidad y se termina de armarlo con su mástil y característica vela triangular.


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